"Nuestras
vidas son los ríos
que
van a dar a la mar...que es el morir"
Alguien dijo que
nuestra única patria es el territorio de nuestra infancia. Y estoy de acuerdo.
Y en ese territorio de mi infancia y adolescencia, época en la que cada día íbamos
descubriendo la vida, ocupan un lugar importante los padres Franciscanos y su
convento.
Fui "franciscanito" de San
Francisco...paje de San Antonio...soldado romano en Semana Santa y un día, en
Septiembre de 1954, crucé el umbral del viejo , y recordado, Colegio Nuestra
Señora del Pilar, popularmente conocido como "el instituto", ubicado
entra las viejas y deterioradas paredes de aquel Convento que yo ya conocía.
Iba a comenzar mis estudios de Bachillerato.
A partir de aquel momento mi vida
transcurrió mas entre sus viejas paredes que en mi casa. Las obligadas misas de
los domingos. Las confesiones , evitando los "confesores más duros",
aquellos que pedían más "detalles" de nuestros pecados, los
ejercicios de las Semanas Santas, las festividades de los santos vinculados a
la Orden Franciscana, San Antonio, San Francisco, Santa Clara...todo aquello
pasó a formar parte de nuestra vida...de nuestros recuerdos.
En aquellos años de estudio siempre hubo
un franciscano entre nuestros profesores...el P.David Cervera, el P. Lorenzo
Cervera y el P. Gabriel Francés fueron los míos. Y mi vinculación con el
convento fue aumentando.
Yesta vinculación culminó con la llegada a
Caspe del P. Gabriel Francés Domínguez. Una de las personas más inteligentes
que he conocido, aunque justo es reconocer su carácter autoritario que el paso
del tiempo me ha hecho ver que quizá fuera necesario en aquellos momentos, y
que dio un cambio radical al viejo y triste convento.
El Padre Gabriel supo implicarnos, a
quienes éramos sus alumnos en los últimos cursos de bachillerato, en un
proyecto que, en mi opinión, constituyó una verdadera revolución social y un
proceso de integración de una juventud que había llegado a Caspe para la
construcción de la presa de Mequinenza y que carecían de unas raíces definidas.
Muchas veces lo recuerdo en los momentos actuales en los que Caspe necesitaría
algún proyecto similar para integrar a esos nuevos caspolinos que han llegado
buscando una vida mejor y más digna.
Se derribaron paredes, se quitaron
clausuras, se crearon espacios donde los jóvenes convivieran, sin separación de
sexos, y se entendieran. Y surgió la Rondalla San Antonio. Y jóvenes que de
otra manera no se hubieran movido de Caspe viajaron por toda España. Y el cine
de los fines de semana que servía para financiar otras actividades Porque
entonces no existían las subvenciones. Y cuando aun se había inventado lo de
los 'Tele-club" en los franciscanos lo tuvimos...para ver la tele, para
ensayar la rondalla, para leer, para tomarnos un refresco... Y los viejos y
solitarios claustros vieron llenarse sus frías paredes de estanterías llenas de
libros...
Aquella apertura de puertas y ventanas
permitió que entrara un aire nuevo y el convento, poco a poco, se lleno de
vida...de música...de juventud...hasta el amor, me refiero al físico no al
espiritual, anidó entre aquellas vetustas paredes. Y fueron muchas las parejas
que surgieron de aquella convivencia y consolidaron proyectos de vida en común.
Yfui miembro de la Tercera Orden
Franciscana, seglares franciscanos, y durante aquellos tres años intensos
conocí la doctrina de San Francisco. Nada tenía que ver con la doctrina de la
Iglesia oficial. Como nada tenía que ver "Acción Católica", donde se
integraban los apellidos ilustres de Caspe , con los franciscanos donde se
integraban los hijos de aquellos trabajadores que llegaron de distintas partes
de España para la construcción de la presa y el dique.
Como nada tenía que ver
la austeridad franciscana del convento con la vivienda del cura párroco. Quizá
por eso yo me integré plenamente.... porque la Iglesia oficial había comenzado
a parecerme hipócrita y alejada del Evangelio que predicaban.
Encontré en la doctrina de San Francisco
algo con lo que yo me identificaba: la solidaridad, la fraternidad, el amor a
la naturaleza, entonces no se hablaba aun de ecologismo, y algo que años más
tarde encontré, y que nadie se escandalice, en la literatura anarquista del
siglo XIX especialmente en Kropotkin.
Pero llegó un momento en que mi relación
con el convento finalizó. La vida nos lleva por caminos diversos. Y el mío se
alejo del seguido durante aquellos años. Como ya he dicho encontré en otras
filosofías la continuidad de lo que yo había entendido que era el mensaje de San
Francisco. La doctrina de la iglesia oficial y su comportamiento, muy alejado
del Evangelio, me hizo apartarme de ella hasta llegar al agnosticismo.
Pero en el ya largo camino de la vida
nunca he olvidado aquellos años intensos que viví entre las paredes del viejo
convento. Aquellos años fueron fundamentales en mi formación como persona
aunque, paradójicamente, haya acabado en al agnosticismo.
Yen esta breve reflexión quiero recordar a
las buenas personas que conocí en aquellos años. Personas sencillas, humildes,
muchas de ellas prácticamente analfabetas pero, como escribiera Machado, buenas
en el mejor sentido de la palabra bueno. Enumerarlas sería imposible pero todas
están en mi recuerdo. Puedo cerrar los ojos y verlas de nuevo. Esas personas
contribuyeron a hacerme tolerante y seguir respetando a quienes siguen creyendo
en lo que yo creía durante aquellos años. Y me molesta cuando leo por ahí como
califican de la misma forma a todos los que siguen creyendo en Dios. Aquellas
buenas personas lo eran creyendo en Dios, y lo hubieran sido sin creer, como
otras que he conocido a lo largo de mi vida también son, y han sido, buenas sin
creer en Dios. En cambio otras no son buenas ni creyendo ni sin creer.
Ypara finalizar mis recuerdos voy a referirme a dos espacios muy
especiales para mí por distintos motivos.
El primero el viejo patio y su pozo.
Estudio fotográfico para tantas fotografías. Pero para mí vinculado a mi época
de estudiante y más concretamente a la época del "esguaz" de la
acequia. Cuando cortaban el agua para limpiar la acequia... Y era entonces, en
las tardes ya calurosas de Abril., cuando Pitar y Teresa, las "cucalonas,
como buenas samaritanas pasaban pacientemente la hora de nuestro recreo en
aquel patio. Con un "jarro" que rellenaban en el Pozo y nos acercaban,
por las ventanas que daban al claustro del "instituto", para saciar
nuestra sed...cumpliendo aquel mandato de "dar de beber" al sediento.
Recuerdo su paciencia, siempre sonrientes especialmente "Tereseta",
ante los brazos ansiosos que alzábamos, sudorosos, hacia el “jarro.”. Si cierro
los ojos puedo recordar aquel sabor especial del agua de aquel pozo....
El otro es la Biblioteca. En aquellos
tiempos magníficamente dotada de libros. En aquella biblioteca el grupo que
integrábamos el equipo de trabajo, amigos a los que recuerdo con la fotografía
que encabeza este escrito, pasábamos horas de la tarde- noche del viernes
metiendo pipas y chufas en bolsitas para venderlas en las sesiones de cine y complementar
los ingresos de las entradas.
Ahora, en breves días, se va a cerrar el
convento. Confieso que no siento nada especial. Para mí el convento se cerró
hace años. Cuando volvió a ser un lugar triste y cerrado. Cuando volvió a ser
el mismo convento que encontró el Padre Gabriel Francés Domínguez. Aunque claro
está que yo tampoco soy aquel adolescente que iba descubriendo la vida pensando
en recorrer caminos que nunca recorrería tras sueños que nunca se hicieron
realidad.
Pero quedan los recuerdos...Muchos. Y esos
van a seguir conmigo como hasta hoy. Con el convento cerrado o abierto...con
franciscanos o sin ellos....porque esos recuerdos, esas vivencias, forman parte
de mí. Y ¿Qué seríamos nosotros sin los recuerdos?
PAZ Y BIEN