lunes, 12 de octubre de 2015


"Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar...que es el morir"









Alguien dijo que nuestra única patria es el territorio de nuestra infancia. Y estoy de acuerdo. Y en ese territorio de mi infancia y adolescencia, época en la que cada día íbamos descubriendo la vida, ocupan un lugar importante los padres Franciscanos y su convento.
Fui "franciscanito" de San Francisco...paje de San Antonio...soldado romano en Semana Santa y un día, en Septiembre de 1954, crucé el umbral del viejo , y recordado, Colegio Nuestra Señora del Pilar, popularmente conocido como "el instituto", ubicado entra las viejas y deterioradas paredes de aquel Convento que yo ya conocía. Iba a comenzar mis estudios de Bachillerato.

A partir de aquel momento mi vida transcurrió mas entre sus viejas paredes que en mi casa. Las obligadas misas de los domingos. Las confesiones , evitando los "confesores más duros", aquellos que pedían más "detalles" de nuestros pecados, los ejercicios de las Semanas Santas, las festividades de los santos vinculados a la Orden Franciscana, San Antonio, San Francisco, Santa Clara...todo aquello pasó a formar parte de nuestra vida...de nuestros recuerdos.

En aquellos años de estudio siempre hubo un franciscano entre nuestros profesores...el P.David Cervera, el P. Lorenzo Cervera y el P. Gabriel Francés fueron los míos. Y mi vinculación con el convento fue aumentando.
Yesta vinculación culminó con la llegada a Caspe del P. Gabriel Francés Domínguez. Una de las personas más inteligentes que he conocido, aunque justo es reconocer su carácter autoritario que el paso del tiempo me ha hecho ver que quizá fuera necesario en aquellos momentos, y que dio un cambio radical al viejo y triste convento.

El Padre Gabriel supo implicarnos, a quienes éramos sus alumnos en los últimos cursos de bachillerato, en un proyecto que, en mi opinión, constituyó una verdadera revolución social y un proceso de integración de una juventud que había llegado a Caspe para la construcción de la presa de Mequinenza y que carecían de unas raíces definidas. Muchas veces lo recuerdo en los momentos actuales en los que Caspe necesitaría algún proyecto similar para integrar a esos nuevos caspolinos que han llegado buscando una vida mejor y más digna.

Se derribaron paredes, se quitaron clausuras, se crearon espacios donde los jóvenes convivieran, sin separación de sexos, y se entendieran. Y surgió la Rondalla San Antonio. Y jóvenes que de otra manera no se hubieran movido de Caspe viajaron por toda España. Y el cine de los fines de semana que servía para financiar otras actividades Porque entonces no existían las subvenciones. Y cuando aun se había inventado lo de los 'Tele-club" en los franciscanos lo tuvimos...para ver la tele, para ensayar la rondalla, para leer, para tomarnos un refresco... Y los viejos y solitarios claustros vieron llenarse sus frías paredes de estanterías llenas de libros...

Aquella apertura de puertas y ventanas permitió que entrara un aire nuevo y el convento, poco a poco, se lleno de vida...de música...de juventud...hasta el amor, me refiero al físico no al espiritual, anidó entre aquellas vetustas paredes. Y fueron muchas las parejas que surgieron de aquella convivencia y consolidaron proyectos de vida en común.
Yfui miembro de la Tercera Orden Franciscana, seglares franciscanos, y durante aquellos tres años intensos conocí la doctrina de San Francisco. Nada tenía que ver con la doctrina de la Iglesia oficial. Como nada tenía que ver "Acción Católica", donde se integraban los apellidos ilustres de Caspe , con los franciscanos donde se integraban los hijos de aquellos trabajadores que llegaron de distintas partes de España para la construcción de la presa y el dique.

Como nada tenía que ver la austeridad franciscana del convento con la vivienda del cura párroco. Quizá por eso yo me integré plenamente.... porque la Iglesia oficial había comenzado a parecerme hipócrita y alejada del Evangelio que predicaban.

 Encontré en la doctrina de San Francisco algo con lo que yo me identificaba: la solidaridad, la fraternidad, el amor a la naturaleza, entonces no se hablaba aun de ecologismo, y algo que años más tarde encontré, y que nadie se escandalice, en la literatura anarquista del siglo XIX especialmente en Kropotkin.

Pero llegó un momento en que mi relación con el convento finalizó. La vida nos lleva por caminos diversos. Y el mío se alejo del seguido durante aquellos años. Como ya he dicho encontré en otras filosofías la continuidad de lo que yo había entendido que era el mensaje de San Francisco. La doctrina de la iglesia oficial y su comportamiento, muy alejado del Evangelio, me hizo apartarme de ella hasta llegar al agnosticismo.

Pero en el ya largo camino de la vida nunca he olvidado aquellos años intensos que viví entre las paredes del viejo convento. Aquellos años fueron fundamentales en mi formación como persona aunque, paradójicamente, haya acabado en al agnosticismo.
Yen esta breve reflexión quiero recordar a las buenas personas que conocí en aquellos años. Personas sencillas, humildes, muchas de ellas prácticamente analfabetas pero, como escribiera Machado, buenas en el mejor sentido de la palabra bueno. Enumerarlas sería imposible pero todas están en mi recuerdo. Puedo cerrar los ojos y verlas de nuevo. Esas personas contribuyeron a hacerme tolerante y seguir respetando a quienes siguen creyendo en lo que yo creía durante aquellos años. Y me molesta cuando leo por ahí como califican de la misma forma a todos los que siguen creyendo en Dios. Aquellas buenas personas lo eran creyendo en Dios, y lo hubieran sido sin creer, como otras que he conocido a lo largo de mi vida también son, y han sido, buenas sin creer en Dios. En cambio otras no son buenas ni creyendo ni sin creer.
Ypara finalizar mis recuerdos voy a referirme a dos espacios muy especiales para mí por distintos motivos.

El primero el viejo patio y su pozo. Estudio fotográfico para tantas fotografías. Pero para mí vinculado a mi época de estudiante y más concretamente a la época del "esguaz" de la acequia. Cuando cortaban el agua para limpiar la acequia... Y era entonces, en las tardes ya calurosas de Abril., cuando Pitar y Teresa, las "cucalonas, como buenas samaritanas pasaban pacientemente la hora de nuestro recreo en aquel patio. Con un "jarro" que rellenaban en el Pozo y nos acercaban, por las ventanas que daban al claustro del "instituto", para saciar nuestra sed...cumpliendo aquel mandato de "dar de beber" al sediento. Recuerdo su paciencia, siempre sonrientes especialmente "Tereseta", ante los brazos ansiosos que alzábamos, sudorosos, hacia el “jarro.”. Si cierro los ojos puedo recordar aquel sabor especial del agua de aquel pozo....

El otro es la Biblioteca. En aquellos tiempos magníficamente dotada de libros. En aquella biblioteca el grupo que integrábamos el equipo de trabajo, amigos a los que recuerdo con la fotografía que encabeza este escrito, pasábamos horas de la tarde- noche del viernes metiendo pipas y chufas en bolsitas para venderlas en las sesiones de cine y complementar los ingresos de las entradas.

Ahora, en breves días, se va a cerrar el convento. Confieso que no siento nada especial. Para mí el convento se cerró hace años. Cuando volvió a ser un lugar triste y cerrado. Cuando volvió a ser el mismo convento que encontró el Padre Gabriel Francés Domínguez. Aunque claro está que yo tampoco soy aquel adolescente que iba descubriendo la vida pensando en recorrer caminos que nunca recorrería tras sueños que nunca se hicieron realidad.

Pero quedan los recuerdos...Muchos. Y esos van a seguir conmigo como hasta hoy. Con el convento cerrado o abierto...con franciscanos o sin ellos....porque esos recuerdos, esas vivencias, forman parte de mí. Y ¿Qué seríamos nosotros sin los recuerdos?



PAZ Y BIEN




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