viernes, 12 de abril de 2013

DÍA DE MATANZA EN CASPE...


El día ha salido perfecto. Si acaso con la temperatura un poco alta pero es que este invierno está siendo algo atípico.


A pesar de que a lo largo de mis sesenta y siete años esta “ceremonia” de la “matanza del tocino” se ha repetido casi cada año la de este año tiene algo de especial.

En esta ya no participo activamente. Vamos que me limito a ser espectador. Y es que otros han tomado ya el relevo y, de alguna manera, garantizan ya la continuidad. Y, además, este es el primer año que mi nieta de cuatro años ve “matar el tocino”.

Si ya sé que muchos al leer esto pensaran: “Pero que crueldad permitir a la niña ver ese cruel espectáculo” pero yo discrepo de quienes así piensan.  Yo he visto este “espectáculo” desde niño y, os lo prometo, no soy nada cruel.

El hecho de, como ya he dicho, ser espectador me ha permitido dejarme llevar por los recuerdos.
Y he recordado la torre donde hoy vivo tal como era hace sesenta años. Una torre antigua. Sin suministro eléctrico ni de agua corriente. La falta de suministro eléctrico se suplía perfectamente con el “candil de aceite” o el “carburero de minero”. El aceite no faltaba en casa y el “carburo” lo comprábamos bien en la “tienda de los abuelicos” en la C/ Mayor o en la ferretería de Santiago Castillón en la Plaza de la Virgen. 

En cuanto al agua no había problema. La que entonces bajaba por la acequia era magnifica. Nadie la contaminaba. Para Enero mi padre llenaba varias tinajas y la guardábamos para beber todo el año.
Recuerdo mis noches de estudio en la “banca” junto al fuego. Con el candil ,o carburero, colgado de la “balda” de aquella especie de mesa que se abría en el respaldo de la banca y que,  seguro que por primera vez, ahora servía no para comer o cenar sino para que un muchacho estudiara su “bachillerato” arrimado al fuego bajo alimentado por los “zuros” del “panizo” que mis padres “rallaban” cada noche para alimentar las gallinas al día siguiente.

Cuantas veces me reí, y me sigo riendo, cuando oía, y oigo, decir que para que los chicos/as estudien tienen que tener luces halógenas, una temperatura adecuada, habitación individual….y recordaba mis años de estudio en esta vieja torre.

Mi torre actual ya poco tiene que ver con aquella en que nací y me crié. Primero mis padres y luego yo, cuando decidimos seguir viviendo en ella, fuimos invirtiendo poco a poco nuestros ahorros en adaptarla a las  nuevas necesidades. Primero llegó el agua. Después el suministro eléctrico pasando por el “camping gas” como paso previo. Más tarde la línea telefónica...,

Pero aunque físicamente haya cambiado lo importante permanece. Es el espacio natural. Un espacio lleno de recuerdos que en cualquier momento puedo recrear. Y ahí siguen los viejos corrales donde sigo criando mis animales. Y el viejo, y familiar, huerto donde cultivo mis hortalizas….

Todo esto pensaba mientras una nueva generación mataba el “tocino” de este año. De alguna manera me sentía feliz porque había conseguido realizar un sueño de mi infancia : vivir, y espero que morir, en este espacio lleno de vivencias y recuerdos. Donde cada rincón evoca en mi memoria momentos de  mi vida. 

Unos alegres, otros no tanto pero todos ellos forman parte de mi vida.

Y, de repente, me vino a la cabeza aquello  de “negras tormentas recorren el mundo, oscuras nubes nos impiden ver”...y las nubes que ahora nos amenazan no se llaman, como nos enseñaron en la escuela, cúmulos, cirros, nimbos, estratos… sino L.U.A, PGOU, D.T.A siglas extrañas, y amenazadoras,  detrás de las que se ocultan quienes disponen desde los despachos lo que es bueno o malo para nosotros.

Y deciden que mi vieja torre, después de 106 años, se encuentre “fuera de ordenación”. Y que ya no se puede, como hicieron mis abuelos mis padres y yo mismo ir realizando las obras necesarias para adaptarla al cambio de los tiempos. Ahora hay que vivir en las ciudades amontonados en edificios de de 10,15, 20...plantas.

Dicen que vivir en el campo, en las viejas torres, va en contra del desarrollo sostenible. Y lo peor es que hasta los ecologistas defienden esa posición.

Y yo me preguntó ¿Qué sabrán ellos de desarrollo sostenible? Para mí el desarrollo sostenible es lo que yo he practicado en mi vieja torre y mi huerto.

Ahora tengo luz eléctrica. Y agua corriente. Y ya no voy a satisfacer mis necesidades al corral con las gallinas .Aunque algunos parecen querer devolvernos a esta época. Y tengo televisión, teléfono y ADSL. 

Pero nunca he adquirido “productos tóxicos” bancarios, ni tenido tarjetas de crédito, ni vivido por encima de mis posibilidades…

Y cuando por la mañana levanto mi persiana, en lugar de encontrarme enfrente a un vecino/a con el rostro somnoliento como yo, veo mis “rimeres” que me anuncian que la primavera llega sin tener que esperar a que lo diga El Corte Inglés.

Y debo confesar una cosa. Alguna mañana, en la que me siento especialmente perezoso, no tengo ningún pudor en desperezarme voluptuosamente frente al sol que comienza a aparecer por el horizonte. Sin riesgo de que ningún vecino me vea y me juzgue maldeducado…

Y sigo cultivando mi huerto. Y criando mis animales que se comen las sobras de mis verduras y me proporcionan estiércol para mis cultivos. Y quiero simplemente que me dejen vivir mis últimos años de este modo. Tampoco pido tanto ¿no?

Y estoy seguro de que, como podemos leer en “El disputado voto del Sr. Cayo” en palabras del diputado que le pedía el voto,  si una catástrofe del tipo que fuera hiciera que en el mundo solo quedásemos mi familia y la del Sr. Gates  nosotros podríamos vivir perfectamente sin ellos  pero ellos no sin nosotros. Por si acaso guardo el “candil” y el “carburero” en perfectas condiciones. Y dentro de unos días volveré a comprar mi “tocino” para el año que viene. Pero de esto último que no se entere nadie porque los mismos que declaran mi torre fuera de “ordenación”  han convertido el hecho de “criarte” un tocino en un delito. Pero no me importa…no van a poder conmigo..lo prometo.

Salud y reflexión 



Texto escrito para la revista de AVeVIR













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