El día ha salido perfecto. Si acaso con la temperatura un poco alta pero es que este invierno está siendo algo atípico.
A pesar de que a lo largo de mis
sesenta y siete años esta “ceremonia” de la “matanza del tocino” se ha repetido
casi cada año la de este año tiene algo de especial.
En esta ya no participo
activamente. Vamos que me limito a ser espectador. Y es que otros han tomado ya
el relevo y, de alguna manera, garantizan ya la continuidad. Y, además, este es
el primer año que mi nieta de cuatro años ve “matar el tocino”.
Si ya sé que muchos al leer esto
pensaran: “Pero que crueldad permitir a la niña ver ese cruel espectáculo” pero
yo discrepo de quienes así piensan. Yo
he visto este “espectáculo” desde niño y, os lo prometo, no soy nada cruel.
El hecho de, como ya he dicho,
ser espectador me ha permitido dejarme llevar por los recuerdos.
Y he recordado la torre donde hoy
vivo tal como era hace sesenta años. Una torre antigua. Sin suministro
eléctrico ni de agua corriente. La falta de suministro eléctrico se suplía
perfectamente con el “candil de aceite” o el “carburero de minero”. El aceite
no faltaba en casa y el “carburo” lo comprábamos bien en la “tienda de los
abuelicos” en la C/ Mayor o en la ferretería de Santiago Castillón en la Plaza
de la Virgen.
En cuanto al agua no había
problema. La que entonces bajaba por la acequia era magnifica. Nadie la
contaminaba. Para Enero mi padre llenaba varias tinajas y la guardábamos para
beber todo el año.
Recuerdo mis noches de estudio en
la “banca” junto al fuego. Con el candil ,o carburero, colgado de la “balda” de
aquella especie de mesa que se abría en el respaldo de la banca y que, seguro que por primera vez, ahora servía no
para comer o cenar sino para que un muchacho estudiara su “bachillerato”
arrimado al fuego bajo alimentado por los “zuros” del “panizo” que mis padres
“rallaban” cada noche para alimentar las gallinas al día siguiente.
Cuantas veces me reí, y me sigo
riendo, cuando oía, y oigo, decir que para que los chicos/as estudien tienen
que tener luces halógenas, una temperatura adecuada, habitación individual….y
recordaba mis años de estudio en esta vieja torre.
Mi torre actual ya poco tiene que
ver con aquella en que nací y me crié. Primero mis padres y luego yo, cuando
decidimos seguir viviendo en ella, fuimos invirtiendo poco a poco nuestros
ahorros en adaptarla a las nuevas
necesidades. Primero llegó el agua. Después el suministro eléctrico pasando por
el “camping gas” como paso previo. Más tarde la línea telefónica...,
Pero aunque físicamente haya
cambiado lo importante permanece. Es el espacio natural. Un espacio lleno de
recuerdos que en cualquier momento puedo recrear. Y ahí siguen los viejos
corrales donde sigo criando mis animales. Y el viejo, y familiar, huerto donde
cultivo mis hortalizas….
Todo esto pensaba mientras una
nueva generación mataba el “tocino” de este año. De alguna manera me sentía
feliz porque había conseguido realizar un sueño de mi infancia : vivir, y
espero que morir, en este espacio lleno de vivencias y recuerdos. Donde cada
rincón evoca en mi memoria momentos de
mi vida.
Unos alegres, otros no tanto pero todos ellos forman parte de
mi vida.
Y, de repente, me vino a la
cabeza aquello de “negras tormentas
recorren el mundo, oscuras nubes nos impiden ver”...y las nubes que ahora nos
amenazan no se llaman, como nos enseñaron en la escuela, cúmulos, cirros,
nimbos, estratos… sino L.U.A, PGOU, D.T.A siglas extrañas, y amenazadoras, detrás de las que se ocultan quienes disponen
desde los despachos lo que es bueno o malo para nosotros.
Y deciden que mi vieja torre,
después de 106 años, se encuentre “fuera de ordenación”. Y que ya no se puede,
como hicieron mis abuelos mis padres y yo mismo ir realizando las obras
necesarias para adaptarla al cambio de los tiempos. Ahora hay que vivir en las
ciudades amontonados en edificios de de 10,15, 20...plantas.
Dicen que vivir en el campo, en
las viejas torres, va en contra del desarrollo sostenible. Y lo peor es que
hasta los ecologistas defienden esa posición.
Y yo me preguntó ¿Qué sabrán
ellos de desarrollo sostenible? Para mí el desarrollo sostenible es lo que yo
he practicado en mi vieja torre y mi huerto.
Ahora tengo luz eléctrica. Y agua
corriente. Y ya no voy a satisfacer mis necesidades al corral con las gallinas
.Aunque algunos parecen querer devolvernos a esta época. Y tengo televisión,
teléfono y ADSL.
Pero nunca he adquirido “productos tóxicos” bancarios, ni
tenido tarjetas de crédito, ni vivido por encima de mis posibilidades…
Y cuando por la mañana levanto mi
persiana, en lugar de encontrarme enfrente a un vecino/a con el rostro
somnoliento como yo, veo mis “rimeres” que me anuncian que la primavera llega
sin tener que esperar a que lo diga El Corte Inglés.
Y debo confesar una cosa. Alguna mañana,
en la que me siento especialmente perezoso, no tengo ningún pudor en
desperezarme voluptuosamente frente al sol que comienza a aparecer por el
horizonte. Sin riesgo de que ningún vecino me vea y me juzgue maldeducado…
Y sigo cultivando mi huerto. Y
criando mis animales que se comen las sobras de mis verduras y me proporcionan
estiércol para mis cultivos. Y quiero simplemente que me dejen vivir mis
últimos años de este modo. Tampoco pido tanto ¿no?
Y estoy seguro de que, como
podemos leer en “El disputado voto del Sr. Cayo” en palabras del diputado que
le pedía el voto, si una catástrofe del
tipo que fuera hiciera que en el mundo solo quedásemos mi familia y la del Sr.
Gates nosotros podríamos vivir
perfectamente sin ellos pero ellos no
sin nosotros. Por si acaso guardo el “candil” y el “carburero” en perfectas
condiciones. Y dentro de unos días volveré a comprar mi “tocino” para el año
que viene. Pero de esto último que no se entere nadie porque los mismos que
declaran mi torre fuera de “ordenación”
han convertido el hecho de “criarte” un tocino en un delito. Pero no me
importa…no van a poder conmigo..lo prometo.
Texto escrito para la revista de AVeVIR
estupendo relato, muy ameno, me gusta.
ResponderEliminar