sábado, 13 de abril de 2013

RECUERDOS DEL COLEGIO NUESTRA SEÑORA DEL PILAR....LOS FRANCISCANOS.



“Alegrémonos pues,
Mientras seamos jóvenes,
Tras la divertida juventud
Tras la incómoda vejez
Nos recibirá la tierra”

“Gaudeamus igitur”.


Recuerdo perfectamente la primera vez que crucé el umbral de aquel viejo edificio y accedí a aquel claustro, que me pareció enorme, que olía a piedra y humedad, olor que si cierro los ojos todavía puedo recuperar, y que estaba presidido por una imagen de la Virgen del Pilar.

Fue en Abril de 1954 y yo iba a realizar mi examen de Ingreso para el Bachillerato.

Puedo volver a sentir los nervios que me atenazaban ante aquel examen que, de alguna manera, podía marcar mi futuro. Lo aprobé y en el curso 1954/55 comencé mi Bachillerato Elemental.

El Colegio Nuestra Señora del Pilar se convertiría durante seis años en el lugar donde viviría el tránsito de la infancia a la adolescencia y de ésta a la primera juventud. Y donde transcurriría la mayor parte de mi vida de aquellos años. No debemos olvidar que entonces los horarios eran de ocho horas de lunes a viernes y de seis los sábados.

El viejo, y enorme, estudio que hoy llamaríamos “sala polivalente” pero que entonces era simplemente “el estudio”. La “clase”, entonces todavía no las llamábamos aulas sino simplemente “clases”, de Filosofía e Historia en cuyo suelo existía una puerta misteriosa que daba acceso a un no menos misterioso pasaje sobre el que circulaban muchas leyendas.

 La “clase” de Matemáticas, Física y Química; la de F. E. N, que acabó convertida en gimnasio (unas espalderas y una cuerda para trepar era todo su equipamiento); la de Ciencias, junto al despacho del Director; lo que “pomposamente” llamábamos “el laboratorio”, que hoy no pasaría de ser calificado como de trastero; y, por supuesto, el patio de recreo. Todo esto constituía el Colegio Nuestra Señora del Pilar.

En este espacio físico convivíamos muchachos y muchachas. Con el paso del tiempo supe la importancia que tenia esta convivencia mixta en aquellos años, desde los 10, primero de Bachillerato elemental, cuatro cursos, hasta los 16 y 17 de los que finalizábamos el Bachillerato Superior, dos cursos más, y finalizaban su estancia en el Instituto. Esta diferencia de edad propiciaba numerosas situaciones que hoy serian calificadas como de acoso escolar pero que entonces no revestían ninguna importancia.

Todas las clases, incluido el “estudio”, tenían en común su “vejez”. Su mobiliario había servido ya para varias generaciones de alumnos que habían ido dejando grabados en él sus nombres y apellidos. Eran tiempos en que todos llevábamos navajas en nuestra cartera y no pasaba nada. A nadie se le ocurría pensar que una navaja servía para algo más que sacar “punta” al lápiz, grabar nuestras iniciales en la mesa, o las de alguna chica en la corteza tierna de un árbol.

Recuerdo perfectamente el olor a leña y humo que invadía las clases cuando las viejas estufas intentaban paliar, aunque no lo consiguieran en exceso, nuestros fríos inviernos. Estufas alimentadas por las entrañables figuras de los “bedeles”. Los bedeles, recuerdo a Pallarés, Ballabriga, Bielsa…, eran jóvenes a quienes se les permitía la asistencia a clase de forma gratuita -el colegio era de pago- a cambio de realizar las labores de “mantenimiento”. Y entre sus funciones estaban, en invierno, el encendido y mantenimiento de las estufas. Eso suponía que estos “bedeles” debían estar a las ocho de la mañana, cuando los demás todavía remoloneábamos para abandonar el cálido refugio de nuestras camas, en el Colegio y encender las estufas para que cuando, a las nueve, llegáramos los alumnos de“pago” las clases estuvieran calientes.

Y en aquel Colegio Nuestra Señora del Pilar, conocido popularmente como “el Instituto”, fuimos, durante seis años, formándonos. A ello contribuyeron un esforzado grupo de profesores: el Sr. Campos, el director y dueño y señor de las Matemáticas, la Física y Química y las Ciencias; el Sr. Alloza, que enseñaba Literatura, Latín, Griego, Francés…la señorita Goyita, que nos enseñaba Filosofía e Historia, y Octavio Jover, Jefe de Falange en Caspe, que era nuestro profesor de Formación del Espíritu Nacional y de Gimnasia. Y un recuerdo aparte para D. Julián Ruiz Martínez. Fue míprofesor de matemáticas y física durante los dos primeros cursos. Lo apodábamos “Chanca”. La razón era su enorme parecido, tenía rasgos orientales, con el líder revolucionario chino Chang Kai Shek al que conocíamos por las películas americanas y los tebeos de “Hazañas Bélicas”. Era un magnifico profesor al que una decepción amorosa hizo marchar de Caspe. En Zaragoza abrió una perfumería, RUY-MAR, al lado del Mercado Central y se dedicó a pasear por Zaragoza.

Todavía ahora lo veo muchas veces paseando y manteniendo el mismo porte que siempre le caracterizó.

A este grupo de profesores “fijos” se sumaban padres franciscanos que solían impartir clases de Religión, aunque en ocasiones algunos de ellos, si su formación era más amplia, impartían alguna otra asignatura. De mi época recuerdo al Padre David, un valenciano muy gracioso, al Padre Lorenzo, y sobre todo al Padre Gabriel Francés, persona inteligente donde la hubiera. Y también uno de los mayores "cabrones" que he conocido.

Y en ese viejo Colegio, y con estos profesores, nos fuimos formando durante seis años. Vivimos experiencias inolvidables. Nos enamoramos, al menos eso nos parecía, por primera vez . Y sufrimos también las primeras decepciones.

A los nervios de los exámenes sucedía la satisfacción por los resultados obtenidos, y poco a poco nuestro bagaje cultural y de valores iba aumentando.

Disfrutamos de aquellas maravillosas, a mi me lo parecían, fiestas de Santo Tomas de Aquino. Tres días de juegos, actividades culturales, excursiones al paraje de El Vado y que culminaban en el escenario del Circulo Católico con la puesta en escena de una obra de Teatro de “verdad”. La representaban los “mayores”. “Los Amantes de Teruel”, “El burgués gentilhombre”, “Cuando las Cortes de Cádiz”…. son títulos que el hoy derruido Círculo Católico vio interpretar, en su viejo escenario de la tercera planta, por aquellos alumnos del Colegio Nuestra Señora del Pilar.

Y un día, después de seis años, abandoné el viejo colegio. Habíamos entrado siendo niños y lo abandonábamos siendo jóvenes que debíamos enfrentarnos a nuevos retos para los que, a lo largo de aquellos años, se nos había ido preparando. Atrás dejábamos alegrías, tristezas, ilusiones, decepciones, compañeros, amigos, profesores.... que habían formado parte de nuestra vida a lo largo de aquellos años.

Recuerdo perfectamente aquel día de Junio de 1960 en que, con mi libro escolar en la mano, crucé por última vez aquel umbral que seis años antes había traspasado con los nervios atenazándome el estomago. Eché una última mirada al claustro. Ni el claustro  ni la imagen de la Virgen del Pilar me parecían ya tan grandes como seis años antes. Y es que, aunque el claustro y la imagen eran los mismos, yo ya no era aquel niño que acudía a realizar su examen de ingreso. 

Había crecido, me había formado,y ante mí se abría una nueva etapa de mi vida. Creo que, de alguna manera, al encontrarme en la calle me sentí desamparado.

Y en estos años hubo castigos. Hubo bofetadas, porque entonces las pegaban. Hubo broncas… en fin  muchas cosas que hoy pueden escandalizar. . . Pero el paso del tiempo ha ido cambiando la percepción que entonces pudiera tener, y hoy, lo digo sinceramente, creo que en aquellos años y, por encima de los latines, griegos, Matemáticas etc  , aprendí a valorar la cultura, la formación, el respeto a los demás… esos conceptos que, en mi opinión, puedo estar equivocado como tantas veces en mi vida, significan la verdadera libertad. Y eso es lo que prevalece en mi memoria.

El viejo Colegio dejó de cumplir un día los fines para los que durante años y años había servido. Un nuevo y moderno Instituto vino a sustituirlo. Durante un tiempo todavía suplió los déficits de plazas para la nueva EGB hasta que quedó en situación de abandono. Cuando pasaba por allí me gustaba entrar al patio de recreo y mirar a través de las viejas ventanas el interior abandonado de las clases. 

Y por un momento imaginaba al Sr. Campos explicando en la pizarra el teorema de Tales, al Sr. Allloza hablándonos con entusiasmo de Valle Inclán, o a la señorita Goyita, a quien por cierto solo logro imaginar vestida con un traje de chaqueta marrón a cuadros, hablándonos
de Platón.

Pero un día decidieron rehabilitar -esta palabra fue la que usaron- el viejo Colegio de Nuestra Señora del Pilar. Y ese fue el final de mi viejo Colegio. Mi viejo Instituto. Lo destrozaron. Hoy ya nada me lo recuerda. Solamente sus puertas que siguen ahí permanentemente cerradas. Y que ya nunca volverán a abrirse para que otros niños con diez años las crucen para examinarse de ingreso para el Bachillerato Elemental. Como hice yo aquel lejano 1954.

Confieso que no perdonaré nunca a los responsables de aquella ¿rehabilitación?

Salud y reflexión


2 comentarios:

  1. Mi entrada en el instituto fue en 1963, tre años mas tarde de cuando tu finalizases tu bachillerato, la verdad es que tu fotografía del insti.... no varió nada a mi entrada y permanencia en el mismo, mismas clases, mismos profesores, la misma misteriosa puerta de madera en el suelo, aquel claustro parecía inmenso y donde alguna vez me toco estar de cara a la pared intentando como un camaleón pasar desapercibido para que no me viese el sr. Campos o la verguenza de ser comtemplado por otros compañeros, el timbre solia ser el final del castigo, bueno se incorporo la señorita Callao y la Goyita tambien nos daba dibujo. Javier Oliver.

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  2. Hola Joaquín, también recordarás que íbamos a examinarnos a Reus, creo que era el Instituto Gaudí. Caralsol en el patio con el Sr. Jover y misa. Cuando representamos Las Cortes de Cadiz me acuerdo que nos pintaron con un corcho quemado las patillas y el bigote.
    Hace muchos años me encontré con la Sta. Goyita en Zaragoza, pero hace muchos años.
    Te he visto en internet y te recuerdo, también recuerdo a Pepe Catalán, que entró a trabajar a la Caja de Ahorros de Z.A.y R..
    Yo soy Raimundo Toledo, que tenía mi padre una alpargatería en la C/ Jose Antonio . Luego cuando la Enher hizo el embalse contrato la sacada de arboles de lo inundable, también hacía cañizos en un terreno de Loren en la carretera de Chiprana.
    De Caspe fuí a la mili a Canarias y mientras mis padres compraron un piso en Logroño y a mi regreso de la mili ya me vine a Logroño donde he vivido hasta ahora. Tengo dos hijos y dos nietos. El hijo vive en Valencia y la hija aquí.
    Compramos un apartamento en Santa Pola y estamos allí la mayor parte delaño desde que me jubilé hace tres ( tengo 68).
    Al leer tu relato me ha entrado una gran emoción pues me ha hecho recordar unos tiempos muy intensos. También recuerdo cuando ayudábamos a ehar el cine en el colegio. ¿ Recuerdas a Conejero que era o es hijo de guardia civil. ! QUE EMOCION ! Ha sido impagable. Recibe unafectuoso saludo de

    Raimundo Toledo Melero ( raytoledo2@gmail.com )

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