sábado, 20 de abril de 2013

TIEMPO DE VERBENAS...




"Gloria a Dios en las alturas,
recogieron las basuras de mi calle, ayer a oscuras y hoy sembrada de bombillas."
J.M.Serrat

Si Antonio Machado escribió que su infancia eran recuerdos de un patio de Sevilla, muchos de los que hoy peinamos canas diríamos que los nuestros eran recuerdos de las verbenas de barrio.
Esas verbenas de barrio forman parte de nuestros recuerdos de infancia y adolescencia. Fueron el marco de nuestro despertar a sensaciones que nadie nos explicaba y tardábamos en comprender. Y del momento en que nos dimos cuenta de que las chicas eran, afortunadamente, distintas a los chicos. Incluso para muchos, entre los que me incluyo, sirvieron para consolidar nuestro proyecto de futuro con otra persona.
Recuerdo que la primera que llegaba era la de San Indalecio. Mayo, además del mes de las flores, era el mes de la verbena de San Indalecio. La primavera explotaba en luces, colores y olores y solo la proximidad de los exá­menes finales de curso empañaban ligeramente, aunque no demasiado, ese mes de la primera verbena.Cierro los ojos y recreo perfectamente aquella verbena de San Indalecio. Era en la plaza del santo. La Or­questa Bahía era la incuestionable encargada de poner los éxitos del momento a nuestra disposición para los primeros bailes. Aquellos bailes en los que las chicas olían a Lavanda y Heno de Pravia,y el olor de los chicos, eso debería decirlo alguna chica, supongo que dependía de que aquella tarde, el día era festivo, hubieran jugado algún partido de fútbol. Los "baños" de entonces no solían tener ducha.
Como no existía todavía la "barra de bar" ni los "grifos de cerveza" los vecinos abrían las puer­tas de sus casas y ofrecían, a quienes compartían su fiesta, sus patios recién fregados. Recuerdo su olor a humedad, donde colocaban los dulces tra­dicionales confeccionados para esa noche, acom­pañados por la"bota" de vino y el"porrón" de mos­catel, vino rancio o de nueces.
Eran tiempos en los que los vecinos com­partían todo entre sí. Los buenos momentos, los malos y los regulares... y esa noche compartían su fiesta por excelencia. La de su santo patrón. Y las verbenas, como los días, se iban sucediendo a lo largo del verano... la Virgen del Carmen,San Pe­dro, Santo Domingo, Santa Clara, San Roque y, tras el paréntesis de las fiestas en las que los Titanes del Jazz sustituían en la Plaza a la Orquesta Bahía, la de la Virgen de la Balma, cuando ya el tiempo olía a otoño y la vuelta a los estudios se aproxima­ba, cerraba aquel tiempo de verbenas.
        Y   nosotros las "recorríamos" todas. Aunque muchos, quienes teníamos barrio con verbena, teníamos espe­cial predilección por la nuestra. En mi caso, yo soy de la C/ Nueva, la "mía" era la de Santa Clara. Era la que compar­tíamos con nuestros amigos y amigas, nuestra gente, del barrio.
        Esto ocurría hasta que se cruzaba en nuestro camino una chica de otro barrio con verbena. Entonces esa pasaba a ser más importante. Al menos a mi me pasó cuando conocía una chica de la C/ Coso, entonces Capitán Negrete aunque nadie la llamaba así, y a partir de entonces la más importante para mi pasó a ser la de Santo Domingo.
En nada se diferenciaban unas de otras. Calles limpias y "arrujiadas" por los vecinos, puertas abiertas a to­dos, dulces y vinos para degustar, y, por supuesto, la Orquesta Bahía llenando de música las calurosas noches de verano.
         Y   también estas verbenas, como no, eran el marco en el que nacían amores de verano entre chicos y chicas que "ve­nían de fuera" y chicos y chicas que vivíamos en Caspe.
         Y   llegaba la verbena de la Balma. También muy presente en mi recuerdo. Era la verbena del barrio de mi padre: el Muro. Y mi abuela, la "Tía" Felisa "la Petota"era el alma de aquella fiesta. La ermita y la Virgen eran para ella cosas muy importantes en su vida. Y el día de la fiesta le gustaba reunir en su casa a la familia y sacar la vajilla que reservaba para esa ocasión. Y allí, con el huerto de los franciscanos y el convento sirviendo de fondo, la Orquesta Bahía ponía el punto final a aquella época de verbenas.
          Como ya he dicho antes, el tiempo olía ya a otoño. Y a los cipreses del Huerto de los Franciscanos que algunos de nosotros plantamos para que, no hace mucho tiempo, fueran arrancados para sustituirlos por horrendos edificios destinados a sustituir el vino rancio o moscatel del porrón por la litrona, el chupito, el cubata, etc.
           Si la primera verbena se celebraba bajo la sombra de los exámenes de fin de curso, la de la Balma lo hacía ya cuando los exámenes de septiembre, y el inicio del próximo curso, estaban a la vuelta de la esquina. Para quienes tuvimos la suerte de estudiar, la "sombra" del convento, donde se ubicaba nuestro Colegio del Pilar, se encargaba de recordárnoslo; pero la Orquesta Bahía, con sus pasodobles y el olor a Lavanda y Heno de Pravia de las chicas, nos lo hacían olvidar. O dejarlo para después...
Esta verbena suponía el final del verano y el final de aquellos amores juveniles que habían crecido a lo largo de él. El momento en el que el Dúo Dinámico nos recordaba:
El final del verano
Llegó y tú partirás,
Yo no sé, hasta cuando
Mi amor recordarás…

El recuerdo imborrable de aquellas verbenas permanecerá siempre en mi memoria. Cerrando los ojos pue­do recuperar aquellos olores, aquellos cielos de verano,y escuchar de nuevo a la Orquesta Bahía. Además tuve la suerte de que nunca tuve que identificarme con la canción del Dúo Dinámico.
Fue el tiempo de las verbenas. Unos tiempos en que todos mis recuerdos son en blanco y negro salvo los de aquellas noches de verbena que están llenos de colores, olores (sobre todo los de Lavanda y Heno de Pravia) y música.Tiempos que no volverán, pero que quienes los vivimos nunca olvidaremos.


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario