domingo, 21 de abril de 2013

RECORDAR: DEL LATIN RE-CORDIS.VOLVER A PASAR POR EL CORAZON.

Como ya he anunciado repetidamente mañana lunes vamos a realizar un acto poético-literario-musical en recuerdo de Asunción Bru que nos dejo hace unos meses. Personalmente además de recordarla a ella, extraordinaria amiga, recordaré la Tertulia Literaria de Caspe que nació el año 1989 y que durante muchos años nos unió a un  grupo de personas bajo el denominador común de nuestro amor a la literatura. El paso del tiempo acabó con ella pero entre el grupo se habían creado unos vínculos que nos hacen permanecer unidos a pesar del paso del tiempo y, como un Guadiana literario, aparecer de cuando en cuando…mañana volveremos a “aparecer” para recordar a nuestra amiga Asunción Bru…pero yo recordaré también a otra compañera de tertulia que, como Asunción, también nos abandonó demasiado pronto…me refiero a Mercedes Bonastre Camón. Estoy seguro de que mañana nos contemplaran, seguro que ya se han encontrado, desde algún lugar donde se encuentren las buenas personas…y mientras Mercedes sonríe como siempre lo hacía Asunción dirá con un gesto que pretenderá, sin conseguirlo, ser de enfado: “¡Pero qué exageraos que sois”...
Mañana las recordaremos a las dos…hoy rindo mi particular recuerdo a Mercedes Bonastre publicando este texto que escribí para el “Diario para mis nietas”…

“Silencio en la noche
ya todo está en calma”

Madrugada del 25 de Julio de 2011
¿Sabes Lucia?... a veces, y aunque suene raro, a mí me despierta el silencio. Y es que el silencio, como la soledad, a veces puede resultar opresivo y hasta inquietante.
Y a mí el silencio que me gusta está lleno de ruidos que me son familiares. El ladrido lejano de un perro al que contesta otro, el canto de un ave nocturna, el lamento de los techos  cuando en verano se enfrían, el ruido del agua al caer, ya sabes que me gusta que baje siempre un chorrito de agua por el “brazal”,  el monótono traqueteo de un tren en la distancia, el ruido de la lluvia sobre las hojas o del viento golpeando los cristales…todos estos sonidos forman parte de mi silencio.
Pero, algunas veces, de repente, y por una serie de circunstancias, hay un momento en el que ninguno de estos ruidos se produce. Y es entonces cuando llega ese silencio total que me despierta. Y hasta me crea desasosiego.  Parece que la vida haya acabado y  me encuentre  solo.
Pero esta rareza mía, a estas alturas seguro que ya te has dado cuenta de que tu abuelo es un  poco raro, tiene una gran ventaja: nadie más se despierta en casa. Todos duermen plácidamente.
Y yo, mientras ellos duermen, estoy, como otras noches cuando estás aquí,  sentado en la vieja mecedora, desde la que te acompaño hasta que concilias el sueño, disfrutando de tu sueño tranquilo a la tenue luz de la lamparita que ahuyenta los  miedos infantiles que habitan en la oscuridad de la noche.
Y puedo acariciarte la mejilla suavemente sin que lo notes. O ponerte en su sitio esos rizos que el sueño ha desordenado y cubren parcialmente tu cara. Y, créeme, estos momentos para mí  son muy importantes. Porque, como ya te he contado en otras ocasiones, la felicidad solo es la suma de pequeños momentos .Este es uno de ellos.
Pero hoy este momento tiene un  cierto sabor agridulce. ¿Por qué? Porque no puedo evitar acordarme de nuestra amiga Mercedes. Ya sabes que hace unos días te dije que había nacido Ángel el que hubiera sido, como tú lo fuiste para nosotros, su primer nieto. Y ella no va a poder  acariciarlo en la mejilla, ni arreglarle el cabello, no va a disfrutar de Ángel como yo de ti.
Y es injusto. Y me duele que habiendo compartido tantas cosas no podamos compartir la felicidad de los abuelos. Y pienso ya en que para Noviembre volveré a vivir ese momento en el que una nueva vida viene al mundo, a pesar de que los momentos actuales no son los mejores, cuando nazca tu hermanita Alba. Y, además, podre vivir ese momento junto a ti.
Y me duele Mercedes. Hoy tu tío Joaquín,  que es muy amigo de Álvaro el hijo de Mercedes, ha conocido a Ángel.  Me ha dicho que es menudito. Que ha pesado 3.200 gras.
Que sabrá el de menuditos si tu, como sabes, solo pesaste 2.550 grs. porque ,como en su momento te conté, ya eras muy enredadora y movida en el vientre de mamá y te hiciste un lio con el cordón umbilical  que obligo a sacarte antes de tiempo.
Todo esto pasa por mi cabeza mientras te contemplo desde la mecedora. Y me decido a contártelo. Además así incorporo al silencio, que poco a poco se va llenando de ruidos familiares,  el suave rasgueo de la pluma en el papel.
A estas horas la luna, aunque  ya ha entrado en su fase de mengua, todavía ilumina los paisajes familiares que tantas noches he visto. Los viejos chopos se elevan hacia el cielo recortándose en el horizonte nocturno. Las viejas siluetas de las derruidas torres de los huertos próximos adquieren formas fantasmagóricas. Los ojos del viejo puente parecen contemplar, asombrados, ese extraño rio de asfalto que ha sustituido al viejo rio que tantas noches me acompañó con el rumor de su corriente.
Todo eso puedo ver en esta noche. En este tiempo que comparto contigo.
Recordando todo lo que fue y ahora no es me doy cuenta de que si el tiempo del rio pasó, el de las torres pasó, los chopos que un día vi plantar hoy ya son viejos… también mi tiempo se va con ellos. Poco a poco. Pero no me importa porque mientras mí tiempo se va,  tu tiempo, y dentro de poco el de tu hermanita Alba, está comenzando.
Y mi tiempo no terminará mientras alguien me recuerde como yo recuerdo ahora a mi amiga Mercedes. Y te cuento todas estas cosas confiando en que cuando mi tiempo finalice vosotras lo  prolonguéis releyendo estos textos que os dejaré. Y hasta quiero confiar en que cuando vosotras tengáis hijos, a los que me encantaría conocer y disfrutar pero no podré, les ayuden a conocerme a mí. Y sin haberme conocido recordarme. A su bisabuelo. Una persona algo rara pero que, desde algún lugar, los querrá tanto como te quiero a ti ahora y querré a tu hermanita Alba cuando en Noviembre te convierta en la hermana mayor. Aunque la verdad es que ya quiero a Alba.
¿Sabes Lucia que me estoy poniendo triste? O quizá ya lo estaba. Pero estoy a gusto aquí. Junto a ti.

De vez en vez la tristeza
No la tristeza dulce y húmeda
Que empaña los cristales en las tardes de invierno
Me refiero a la tristeza que amarga en la lengua
Hablo de la tristeza que oprime suavemente el corazón.
La tristeza que llega contemplando las viejas chimeneas
Que no ha mucho humeaban sus mensajes de vida.
Y que hoy se desmoronan lentamente
La tristeza  que surge al contemplar las viejas torres
A las que la maleza invade lentamente
Mientras en sus tejados se exhiben sin pudor maderos descarnados
Es la tristeza que siento al contemplar el viejo cauce
Por el que el agua ya no corre, ni crecen las aneas y junqueras.
La tristeza que siente el viejo puente al contemplar
Los coches pasando por sus ojos
En lugar de prestarles su espalda centenaria
Hablo de la tristeza que deja, como un poso, el olvido.

El ladrido de Luna, la mastina que tanta gracia te hace cuando te enseño su poderosa dentadura,  me hace notar que la noche ha recuperado sus sonidos familiares. Todos siguen durmiendo. Es tiempo de volver a la cama.  Acaricio otra vez tu tibia mejilla. Te doy un beso en la frente y ordeno una vez más tus cabellos. No es necesario pero me gusta hacerlo. Y te arropo con la sábana que, aunque estamos en Julio, la noche es fresca. Y lo agradeces porque te acurrucas como tu viejo gato Muky.
Hasta mañana Lucia.




No hay comentarios:

Publicar un comentario